MÁXIMAS Y REFLEXIONES
JOHANN WOLFGANG VON GOETHE
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Título original: Maximen und Reflexionen
Diseño de la cubierta: Estudio Calderón
Primera edición impresa: febrero 2021
Primera edición en e-book: noviembre de 2021
© de la traducción, introducción y notas: Juan José del Solar, 1993
© de la presente edición: Edhasa, 1993, 2021
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ISBN: 978-84-350-4833-0
Producido en España
Notas
1 Bode, Wilhelm: Goethes Gedanken, aus seinen mündlichen Äusserungen in sachlicher Ordnung und mit Erläuterungen zusam mengestellt von Dr. Bode, W. (2 vols.), Emst Siegfried Mittler und Sohn, Berlín, 1907.
2 Riemer, Friedrich Wilhelm: Mitteilungen über Goethe, 1814, 4 de abril. Insel Verlag, Leipzig, 1921, pág, 350.
3 Goethe, Johann Wolfgang; Obras completas, trad. de Rafael Cansinos Assens, tomo I, Aguilar, Madrid, 1963, pág. 1053.
BIBLIOGRAFÍA
I. Principales ediciones alemanas de las «Máximas y reflexiones»
1. Goethe, Maximen und Reßexionen. Según los manuscritos del Archivo Goethe-Schiller. Ed. de Max Hecker. Weimar, 1907 – Schriften der Goethe-Gesellschaft, tomo 21.
2. Goethe, Maximen und Reßexionen. Ed. y notas de Jutta Hecker. Leipzig, Koehler & Amelang, 1941.
3. Goethe, Maximen und Reflexionen. Ed. ordenada y anotada por Günther Müller, Stuttgart, Kroner, 1943.
4. Goethe, Maximen und Reflexionen, en Goethes Werke, Hamburger Ausgabe (14 vols.), vol. XII (Kunst und Literatur) ed. preparada por Erich Trunz y Hans Joachim Schrimpf, págs. 365-547, Múnich, C. H. Beck, 1981.
5. Goethe, Maximen und Reflexionen. Texto de la edición de 1907 con las notas e introducción de Max Hecker. Epílogo de Isabella Kuhn. Frankfurt am Main, Insel, 1982.
6. Goethe, Maximen und Reflexionen. Ed. de Irmtraud Schmid, Leipzig, Insel, 1988.
II. En castellano
1. Goethe: Pensamientos, trad, de E. Imaz, Revista de Occidente, Madrid, 1932. Se trata de un breve florilegio, articulado en cuatro grandes temas (el hombre, el mundo, el conocimiento y el arte), de pensamientos provenientes de distintas obras, cartas y conversaciones de Goethe, que sólo ocasionalmente recoge algunas de las máximas y reflexiones.
2. Goethe, Johann W.: Obras completas, tomo I, recopilación, traducción, estudio preliminar, prólogos y notas de Rafael Cansinos Assens, Máximas y reflexiones, págs. 308-429, Aguilar, Madrid, 1963. La versión de Cansinos Assens sigue, salvo una variación de cuatro máximas (1409 en la ed. de Cansinos y 1413 en la de la Insel Verlag), la ordenación de Max Hecker reeditada por la Insel Verlag en 1976 (véase n.° 5 de las ediciones alemanas arriba citadas). Las 57 primeras máximas, pertenecientes a Las afinidades electivas, figuran en el tomo II de la edición de Aguilar, donde se halla la novela, págs. 828 y 834-836.
III. Obras, ensayos y comentarios sobre las «Máximas y reflexiones»
1. EN ALEMÁN:
Baumann, Gerhart: Maximen und Reflexionen als Stilform bei Goethe, Karlsruhe (1949) [Phil. Diss. Freiburg 1947].
Fricke, Harald: Aphorismus, págs. 105-113, «J.W. Goethe: Ein Fehlurteil der Gattungsgeschichte», Stuttgart, Metzler, 1984.
Neumann, Gerhard: Ideenparadiese. Aphoristik bei Lichtenberg; Novalis, Schlegel und Goethe. Múnich Wilhelm Fink Verlag, 1976. (Sobre Goethe: págs. 604736).
Stöcklein, Paul: Wege zum späten Goethe, Hamburgo, Marion von Schröder Verlag, ed. 1960, págs. 280-296.
Trunz, Erich: Altersstil. En: Goethe-Handbuch, 2.a ed. A. Zastrau, ed. Vol. L, Stuttgart, 1961, págs. 178-188.
2. EN FRANCÉS:
Bianquis, Geneviève: L’Urphaenomen dans la pensée et dans l’oeuvre de Goethe. Revue Philosophique 113,1932, págs. 207-244.
Bianquis, Geneviève: epílogo a su edición de las Maximes et réflexions, París, 1942. Incluido en: G. Bianquis: Etudes sur Goethe, París, 1951, págs. 81-89.
Grappin, Pierre: «Réflexions sur quelques maximes de Goethe». En: Un dialogue des nations, Albert Fuchs zum 70 Geb. Ed. de M. Colleville, P. Grappin, R Minder, J. Murat, Múnich 1967, págs. 107-120.
3. EN INGLÉS:
Magill, C. P.: The Dark Sayings of the Wise. Some Observations on Goethe’s Maximen und Reflexionen. En: Publications of the English Goethe Society; 36, 1966, págs. 60-82.
Stephenson, RH.: Goethe’s Wisdom Literature: A Study in Aesthetic Transmutation, Berna, Frankfurt del Main, Nueva York, 1983.
4. EN ITALIANO:
Allason, Barbara: prefacio a su edición de las Massime e riflessioni, Turin, De Silva, 1943.
Chiarini, Paolo: introducción a la edición de las Massime e riflessioni a cargo de Siegfried Seidel, trad, de Marta Bignami, Edizioni Theoria, Roma-Nápoles, 1990.
MÁXIMAS Y REFLEXIONES
INTRODUCCIÓN
Recorrer con atención la obra creativa y autobiográfica de Goethe, pero ante todo sus más de quince mil cartas y los numerosos testimonios de contemporáneos sobre una de sus facetas más enjundiosas junto con la de epistológrafo, la de cultor del casi extinguido arte de la conversación, bien podría brindar al lector perspicaz la posibilidad de espigar no una, sino varias antologías de máximas y reflexiones de características similares a la que desde principios de este siglo se conoce como tal.
Curioso resulta observar, de hecho, que ya el mismo año (1907) en que vio la luz en Weimar la primera edición canónica de las Máximas y reflexiones, preparada por el germanista Max Hecker –en la cual se basa la presente versión castellana–, aparecieron en Berlín dos tomos de contenido muy distinto bajo el título de Pensamientos, de Goethe (Goethes Gedanken), compilados por otro estudioso de su obra, Wilhelm Bode, a partir de «declaraciones orales» del escritor, ordenadas temáticamente y con notas.1
La fortuna de las Máximas y reflexiones frente a cualquier otra antología, hecha o por hacer, tiene, sin embargo, un fundamento histórico definitivo: fueron ya en gran parte ordenadas y publicadas, aunque no en forma de libro, por el propio Goethe.
Se trata, en esencia, de una obra de la madurez y la vejez de su autor –el corpus principal se escalona a lo largo de los tres últimos decenios de su vida (1800-1830), aunque algunos de los textos más antiguos se remonten a la época de los viajes italianos, es decir, a los años ochenta del siglo XVIII–, y su marco referencial interno se halla delimitado por las dos grandes creaciones novelescas de aquel período: Las afinidades electivas (1809) y Los años de peregrinaje de Guillermo Meister (1829), en las que además se inscriben alrededor de cuatrocientas máximas.
La primera serie [1-57] proviene, en efecto, de Las afinidades electivas e incluye los grupos tres y cuatro (parte II, caps. IV y V) del total de seis que Goethe hace anotar a su heroína Otilia en un «diario» intercalado entre distintos capítulos de la novela. Con la inclusión de estos dos grupos –la omisión de los otros cuatro ha dado origen a más de una controversia sobre la legitimidad de la elección- se inició ya en las primeras ediciones póstumas del siglo XIX (1833 y 1840) el «montaje» de lo que andando el tiempo llegaría a ser la edición definitiva de Hecker.
La presencia en el libro de las dos extensas series [441-616] y [617-798], extraídas de Los años de peregrinaje, obedece, en cambio, a razones algo más complicadas y, al parecer, un tanto fortuitas. Si hemos de dar crédito a una declaración que Johann Peter Eckermann, el secretario de Goethe en los dos últimos lustros de su vida, anota en sus Conversaciones con fecha 15 de mayo de 1831, el propio escritor le habría pedido, a raíz de la aparición de su novela en la llamada «edición de última mano» (Ausgabe letzter Hand, 40 tomos publicados entre 1827 y 1830), que seleccionara unos cuantos aforismos de dos legajos inéditos con el fin de completar, a pedido de su editor, dos de los tomitos excesivamente delgados en los que debían hallar cabida las partes II y III de la novela. Así surgieron las dos secciones que van incluidas en ella, la segunda de las cuales está vinculada al personaje de Macaria, aquella extraña encamación del mundo sideral dotada de poderes visionarios.
Entre las otras series, más bien breves, de máximas aún publicadas por Goethe, las que ocupan los números [58] a [390] fueron apareciendo en la revista Sobre Arte y Antigüedad, editada y redactada casi en su totalidad por el escritor desde 1816 hasta su muerte, y agrupada en seis tomos de tres cuadernos cada uno, el último de los cuales apareció ya a título póstumo. Finalmente, los Cuadernos de morfología y ciencias naturales son las publicaciones que acogieron los textos que van de [391] a [440], cerrando el ciclo de lo editado en vida. El resto, algo más de seiscientas máximas [799-1413], forma parte del legado póstumo y empezó a ser publicado por los albaceas literarios del escritor, Eckermann y Riemer, bajo el título de Sentencias en prosa (Sprüche in Prosa). Fugazmente anotado a veces en trozos de papel de envolver, sobres de cartas, entradas de teatro, facturas domésticas, etc., este material sólo halló su clasificación definitiva en la edición de Hecker, quien lo redistribuyó siguiendo, en la medida de lo posible, las indicaciones que el propio Goethe diera a Eckermann durante aquella conversación de mayo de 1831.
Lo que también cambió Hecker, y muy acertadamente, fue el título, guardando una vez más fidelidad al autor, que ya en un manuscrito de 1822 había agrupado una serie de sentencias bajo la denominación colectiva de «Máximas y reflexiones».
Pues lo cierto es que no en muchos casos podría dársele el calificativo de aforismos a unos textos que son más bien fragmentos de prosa reflexiva carentes de la concisión, autonomía y agudeza (pointe) definitorias del género, tal como se prodiga, por ejemplo, en la gran tradición francesa de los siglos XVII y XVIII.
Tras la pluralidad –goetheanamente ecuménica– de los temas y motivos abordados, no resulta difícil advertir la recurrencia, a lo largo de toda la obra, de algunas de las polaridades más emblemáticas del universo espiritual de su autor. Tres de ellas destacan particularmente por la frecuencia de su aparición: «Dios-naturaleza», en la que se acerca, sin llegar a identificarse del todo, a un panteísmo de signo spinozista; «acción-reflexión», binomio éste que la tradición crítica suele designar también como lo «prometeico-epimeteico» (el lado activo-productivo y el lado especulativo) de la personalidad de Goethe, y, por último, «verdad-error», conceptos habitualmente referidos por el escritor a controversias de orden científico y, muy en particular, a su polémica contra la óptica de Newton.
Mucho se ha insistido sobre el carácter sapiencial, oracular, simbólico y testamentario del libro. El comentario de Goethe, recogido por Riemer,2 de que al final de su vida el Tiziano pintaba el terciopelo ya sólo simbólicamente, podría también aplicarse al anciano autor de las Máximas y reflexiones, de Los años de peregrinaje, cuyos protagonistas son verdaderos arquetipos, y, sobre todo, del Fausto II, al pensador que intenta aproximarse a ese «Uno» que se revela en lo múltiple, a las leyes eternas que subyacen al mundo fenoménico, donde cada caso particular no es sino la manifestación simbólica de lo universal, a esos «secretos de los senderos de la vida» que no pueden ni deben revelarse, según apunta la reflexión liminar [617] del «Archivo de Macaría».
En este último se incluyen, además, tres largas series de máximas extraídas de un tratado hipocrático, de la Enéada V, de Plotino, y de un libro de aforismos inglés del siglo XVIII, erróneamente atribuido a Lawrence Sterne. A través de ellas, así como de las numerosas citas de origen ya identificado o aún por descubrir que jalonan el libro, despliega Goethe un constante diálogo con la tradición occidental desde sus mismos orígenes, esa tradición de la que su obra acabará proponiéndose como la última gran «summa».
Él mismo anuncia la recuperación de todo ese material ajeno en los subtítulos que presiden algunos cuadernos de Sobre Arte y Antigüedad: «Cosas propias y apropiadas» (Eigenes und Angeeignetes). Y esta presencia de lo apropiado entre lo propio viene a corroborar su radical postura crítica contra todo afán desmedido de originalidad –«lo que haya de original en nosotros será mejor conservado y elogiado si no perdemos de vista a nuestros predecesores», dice en 1761]–, pues lo original, para él, sólo puede medrar y florecer plenamente sobre el terreno firme de la tradición: «aprehende, pues, lo verdadero antiguo» («das alte Wahre, fass es an!»), recomienda un verso de Legado,3 una de las composiciones poéticas más representativas de sus últimos años.
En distintos pasajes de su obra crítica y ensayística, así como en su vasta producción epistolar, puso Goethe de manifiesto su vivo interés por la traducción literaria y sus problemas y posibilidades. La máxima [299] define a los traductores como «solícitos proxenetas que nos elogian a una beldad semivelada afirmando que es de todo punto entrañable: así despiertan una irresistible atracción por el original». Si tras sortear las mil y una asechanzas que la ambigüedad, la polisemia y el decalaje semántico impuesto por casi dos siglos hacen pesar sobre algunas de las máximas, si tras asomarnos al abismo de lo intraducible que se abre a ratos ante la «beldad semivelada» conseguimos reavivar la atracción de los lectores no sólo por el original, sino por el conjunto de una obra tan incondicionalmente venerada como escasamente leída –destino habitual de algunos clásicos–, el temerario proxenetismo se habrá visto compensado con creces, sin duda alguna.
JUAN JOSÉ DEL SOLAR
DE LAS AFINIDADES ELECTIVAS
1809
(Del diario de Otilia)
[1] Miramos tan a gusto hacia el futuro porque secretamente desearíamos orientar en favor nuestro todo lo impreciso que en él se agita de un lado para otro.
[2] No nos resulta fácil estar en una reunión muy concurrida sin pensar que el azar, que junta a tanta gente, debería convocar también allí a nuestros amigos.
[3] Por muy retirados que vivamos, antes de darnos cuenta ya somos deudores o acreedores.
[4] Si nos topamos con alguien que nos debe gratitud, enseguida lo recordamos. ¡Cuán a menudo, en cambio, podemos encontramos con alguien a quien nosotros se la debemos y ni pensamos en ello!
[5] Comunicarse es naturaleza; recibir lo comunicado tal como nos lo dan es cultura.
[6] Nadie hablaría mucho en sociedad si advirtiera con qué frecuencia entiende mal a los demás.
[7] Si tergiversamos tanto las palabras ajenas al repetirlas es sólo porque no las hemos entendido.
[8] Quien habla mucho rato solo ante otros sin halagar a sus oyentes se hace antipático.
[9*]Toda palabra pronunciada suscita su contrario.
[10] Contradicción y adulación hacen, ambas, una mala conversación.
[11] Las reuniones más agradables son aquellas en las que predomina un respeto cordial entre los contertulios.
[12] Nada revela tan a las claras el carácter de los hombres como aquello que encuentran ridículo.
[13] Lo ridículo surge de un contraste moral cuyos términos son relacionados de manera inocua para nuestros sentidos.
[14] El hombre dado a lo sensible se ríe a menudo cuando no hay de qué reírse. Su bienestar interior sale a relucir sea cual sea el móvil que lo estimule.
[15*]El hombre inteligente encuentra ridículo casi todo; el hombre racional, casi nada.
[16*]A un hombre entrado en años le reprocharon que aún siguiera cortejando a mujeres jóvenes. «Es la única forma de rejuvenecer –respondió–; y eso es algo que todos desean».
[17] Uno se deja echar en cara sus defectos y está dispuesto a que lo castiguen y a sufrir pacientemente por ellos; pero se impacienta cuando tiene que abandonarlos.
[18] Ciertos defectos son necesarios para la existencia del individuo. Nos resultaría desagradable que nuestros viejos amigos abandonasen algunas de sus peculiaridades.
[19] La gente dice: «Se va a morir pronto» cuando alguien hace algo que va contra su manera de ser.
[20] ¿Qué defectos debemos conservar e incluso cultivar en nosotros? Aquellos que halagan a los demás en vez de ofenderlos.
[21] Las pasiones son defectos o virtudes, sólo que potenciadas.
[22*]Nuestras pasiones son verdaderas aves fénix. No bien se quema la antigua, la nueva surge inmediatamente de las cenizas.
[13*]Las grandes pasiones son enfermedades sin remedio. Lo que podría curarlas las vuelve aún más peligrosas.
[24] La pasión se intensifica o se atenúa al confesarse. En nada sería tan deseable el justo medio como en la confianza y la reserva para con aquellos que amamos.
[25] En el mundo se toma a cada cual por lo que pretende ser, pero ha de pretender ser algo. Se prefiere soportar a los incómodos que tolerar a los insignificantes.
[26] A la sociedad se le puede imponer todo, excepto lo que tenga alguna consecuencia.
[27] No conocemos a los hombres cuando vienen a nosotros; tenemos que ir hacia ellos para enteramos de cómo son realmente.
[28] Encuentro casi natural que tengamos cosas que criticar en quienes nos visitan, y que en cuanto se marchen emitamos sobre ellos juicios no precisamente afectuosos; pues tenemos, como quien dice, cierto derecho a medirlos con nuestro propio rasero. Ni siquiera las personas inteligentes y justas se abstienen de prodigar, en tales casos, una rigurosa censura.
[29] En cambio, cuando hemos estado en casa de otros y los hemos visto en su propio ambiente, con sus hábitos y condiciones de vida necesarios e ineludibles, incidiendo sobre ellos, o bien adaptándose del todo, haría falta cierta dosis de insensatez y mala voluntad para encontrar ridículo lo que en más de un sentido debiera parecemos estimable.
[30] Mediante lo que llamamos urbanidad y buenas costumbres se ha de conseguir aquello que, de otro modo, sólo podría alcanzarse por la fuerza, y a veces ni siquiera por ella.
[31] El trato con las mujeres es un elemento esencial de las buenas costumbres.
[32] ¿Cómo puede el carácter, la individualidad del hombre, ser compatible con la buena crianza?
[33] Lo individual debería ser resaltado precisamente por la buena crianza. Todo el mundo desea lo significativo, siempre que no sea incómodo.
[34] Las mayores ventajas tanto en la vida como en la sociedad las tiene el militar culto.
[35] Los militares rudos al menos no se salen de su papel, y como tras la fuerza suele ocultarse cierta bondad, en caso de necesidad también puede uno entenderse con ellos.
[36] No hay nadie más molesto que un individuo lerdo de la clase civil. A él podría exigírsele finura, ya que no ha de tratar con ningún tipo de rudeza.
[37] La familiaridad en lugar del respeto es siempre algo ridículo. Nadie se quitaría el sombrero inmediatamente después de hacer una reverencia si supiera lo cómico que eso resulta.
[38] No hay ningún signo exterior de cortesía que no tenga un profundo fundamento moral. Una buena educación sería aquella que nos transmitiese a la vez dicho signo y su fundamento.
[39*]La conducta es un espejo en el que cada cual muestra su imagen.
[40] Hay una cortesía del corazón que está emparentada con el amor. De ella surge la cortesía, mucho más natural, de la conducta exterior.
[41] La dependencia voluntaria es el más bello de los estados, y ¡cómo sería posible sin amor!
[42] Nunca estamos más alejados de nuestros deseos que cuando nos imaginamos poseer lo deseado.
[43] Nadie es más esclavo que el que se considera libre sin serlo.
[44*]Basta con que alguien se declare libre para que al punto se sienta condicionado. Pero si se atreve a admitir sus condicionamientos, se sentirá libre.
[45*]Frente a los grandes méritos de otro no hay más medio de salvación que el amor.
[46*]Un gran hombre del que los necios se enorgullecen es algo terrible.
[47*]Dicen que no hay héroe para su ayuda de cámara. Pero esto sólo se debe a que el héroe no puede ser reconocido sino por otro héroe. Es, sin embargo, probable que el ayuda de cámara sepa apreciar a sus iguales.
[48] No hay mayor consuelo para la mediocridad que saber que el genio no es inmortal.
[49*]Los más grandes hombres están siempre ligados a su siglo por alguna flaqueza.
[50] Se suele tener a los hombres por más peligrosos de lo que son.
[51] Los locos y los sabios son igualmente inofensivos. Sólo los semilocos y los semisabios son peligrosísimos.
[52] No hay medio más seguro para eludir al mundo que el arte, ni medio más seguro que el arte para unirse a él.
[53] Aun en los momentos de dicha suprema y de mayor apuro tenemos necesidad del artista.
[54*]El arte se ocupa de lo difícil y lo bueno.
[55] Ver lo difícil tratado con facilidad nos da una idea de lo imposible.
[56] Las dificultades aumentan cuanto más nos acercamos a la meta.
[57] Sembrar no es tan dificultoso como cosechar.
DE ARTE Y ANTIGÜEDAD
Primer tomo – Tercer cuaderno
1818
(Ingenuidad y humor)
[58] El arte es un asunto serio, que alcanza sus cotas máximas de seriedad cuando se ocupa de temas nobles y sagrados. Sin embargo, el artista se halla por encima del arte y del tema; por encima de aquél porque lo utiliza para sus fines, y de éste, porque lo trata a su manera.
[59] Las artes plásticas están supeditadas a lo visible, a la manifestación exterior de lo natural. Llamamos ingenuo a lo puramente natural, en la medida en que es moralmente agradable. Los objetos ingenuos constituyen, pues, los dominios del arte, que debe ser una expresión ética de lo natural. Los objetos que apuntan en ambas direcciones son los más fructíferos.
[60] Lo ingenuo, en cuanto es natural, está hermanado con lo real. Llamamos vulgar a lo real sin referente moral.
[61] El arte es noble en y por sí; por eso el artista no teme lo vulgar. Pues ya por el simple hecho de aceptarlo, lo ennoblece, y vemos así a los más grandes artistas ejercer con audacia sus derechos mayestáticos.
[62] En todo artista late un germen de osadía sin el cual no resulta concebible talento alguno y que se activa de modo particular cuando se intenta limitar al hombre talentoso y contratarlo y utilizarlo para fines excesivamente simplistas.
[63*]Rafael es también a este respecto el más puro entre los artistas modernos. Es absolutamente ingenuo; en él lo real no entra en conflicto con lo moral ni con lo sagrado. El tapiz donde se representa la adoración de los Reyes Magos, una composición espléndida, nos revela todo un mundo, desde el más anciano de los monarcas orantes hasta los moros y los simios que, trepados en sus camellos, se regodean con las manzanas. También aquí san José aparece caracterizado con absoluta ingenuidad como el padre putativo que se alegra de los regalos recibidos.
[64*]San José se sitúa, en general, en el punto de mira de los artistas. Los bizantinos, de quienes no puede afirmarse que hicieran gala de un humor superfluo, representan siempre al santo con aire malhumorado en la escena del nacimiento. El niño descansa en el pesebre y los animales miran hacia dentro, asombrados de encontrar allí una criatura viva y rebosante de gracia celestial, en vez de su pienso reseco. Los ángeles adoran al recién nacido, y la madre está sentada a su lado, en silencio; pero san José se queda algo apartado y vuelve la cabeza de mala gana hacia la extraña escena.
[65] El humor es uno de los elementos del genio, pero, cuando predomina, se convierte en un simple sucedáneo de éste. Acompaña al arte en su carrera decreciente, lo va destruyendo y acaba por aniquilarlo.
[66] Sobre esto puede echar amena luz un trabajo que estamos preparando y en el cual pensamos considerar desde una perspectiva exclusivamente ética a todos los artistas que ya nos resulten conocidos desde otros puntos de vista, y elucidar, a partir de sus temas y del tratamiento que hubieran dado a sus obras, aquello que la época y el lugar, la nación y los maestros, así como también su propia e indestructible individualidad aportaron para hacer de ellos lo que fueron y lograr que perseverasen en lo que eran.
Segundo tomo – Tercer cuaderno
1820
(Cosas muy dignas de reflexión)
[67] En el curso de la vida, y precisamente cuando más seguros avanzamos, solemos advertir de pronto que hemos caído en un error, que nos hemos interesado por personas o cosas y hemos soñado tener con ellas una relación que se desvanece inmediatamente ante el ojo despierto. Y, sin embargo, no podemos quitárnoslas de encima, algún poder que nos parece inconcebible nos mantiene firmemente atados. A veces, no obstante, logramos adquirir plena conciencia y comprendemos que un error puede inducir y espolear la actividad exactamente igual que una verdad. Y como la acción es decisiva en todas partes, resulta que de un error activo puede surgir algo excelente, pues el efecto de todo acto consumado llega hasta el infinito. Producir es, por eso, siempre lo mejor, aunque destruir tampoco deje de tener felices consecuencias.
[68] Pero el error más asombroso es aquel relacionado con nosotros mismos y con nuestras fuerzas cuando nos consagramos a algún asunto digno, a una empresa honrosa para la que no estamos capacitados, o bien aspiramos a una meta a la que jamás conseguiremos llegar. La tortura digna de Tántalo y Sísifo que allí se origina le resultará a cada cual tanto más amarga cuanto más honesta haya sido su intención. Y, sin embargo, cuando nos vemos separados para siempre de lo que habíamos proyectado, muy a menudo hemos encontrado ya en nuestro camino otra cosa deseable, algo hecho a nuestra medida y con lo cual debemos contentarnos, pues para eso nacemos realmente.
Tercer tomo – Primer cuaderno
1821
(Cosas propias y apropiadas en sentencias)
[69] Para que el hombre pueda cumplir con todo lo que se le exige, deberá tenerse en más de lo que es.
[70] Algo que también se tolera con gusto mientras no raye en lo absurdo.
[71] El trabajo hace al aprendiz.
[72] Algunos libros parecen escritos no para que uno aprenda de ellos, sino para que sepa que el autor sabía algo.
[73*]Fustigan el requesón por si pudieran convertirlo en nata montada.
[74] Resulta mucho más factible ponerse en el lugar de un cerebro cautivo del más craso de los errores, que en el de uno que se engañe con verdades a medias.
[75] La afición de los alemanes por lo impreciso en las artes proviene de su proclividad a la chapucería; pues quien hace chapuzas no puede aprobar el esmero, ya que, si no, él mismo no sería nada.
[76*]Resulta penoso ver cómo, muchas veces, un hombre extraordinario lucha y se debate consigo mismo, con sus circunstancias y su época, sin lograr salir adelante. Un triste ejemplo: Bürger.
[77] La mayor muestra de respeto que un autor puede darle a su público es no ofrecerle nunca lo que éste espera, sino lo que él mismo, en las diversas etapas de la formación propia y ajena, considere justo y provechoso.
[78] La sabiduría reside sólo en la verdad.
[79] Si me equivoco, cualquiera puede notarlo; si miento, no.
[80] El alemán posee libertad de opinión, por eso no advierte cuando le faltan la libertad de gusto y la de espíritu.
[81] ¿No está el mundo ya bastante lleno de enigmas para que encima convirtamos los fenómenos más simples en nuevos enigmas?
[82*]No hay pelo, por mínimo que sea, que no arroje su sombra.
[83] Finalmente he acabado comprendiendo aquello que intenté hacer en mi vida impulsado por tendencias erróneas.
[84] La generosidad se granjea siempre las simpatías generales, sobre todo cuando la humildad la acompaña.
[85] Antes de la tormenta se eleva impetuosamente y por última vez el polvo que pronto será dispersado por largo tiempo.
[86] Ni con la mejor voluntad y la más pura de las intenciones les resulta fácil conocerse a los hombres; y a ello viene a sumarse la mala voluntad, que todo lo tergiversa.
[87] Nos conoceríamos todos mucho mejor si no quisiéramos equipararnos siempre unos con otros.
[88] Las personas destacadas lo tienen mucho peor que otros: como los demás no se comparan con ellas, las observan con recelo.
[89] Lo importante en el mundo no es conocer a los hombres, sino ser, en el momento adecuado, más hábil que aquel a quien tengamos delante. Todas las ferias y sus pregoneros dan testimonio de ello.
[90] No dondequiera que haya agua, hay ranas; pero donde se oyen croar ranas, agua hay.
[91] Quien no conoce lenguas extranjeras, nada sabe de la suya propia.
[92*]El error está muy bien mientras somos jóvenes, pero no debemos arrastrarlo hasta la vejez.
[93*]Todos los travers que envejecen se vuelven rancios e inútiles.
[94*]Gracias a la despótica sinrazón del cardenal Richelieu, Corneille acabó desorientado con respecto a sí mismo.
[95] Con sus especificaciones, la naturaleza se atasca en una especie de callejón sin salida: no puede pasar ni quiere dar marcha atrás; de ahí la pertinacia de la cultura nacional.
[96*]La metamorfosis en un sentido elevado, mediante el dar y el recibir, el ganar y el perder, ya la describió magistralmente Dante.
[97] Cada cual tiene en su naturaleza algo que, si lo expresara abiertamente, resultaría por fuerza molesto.
[98] Cuando el hombre reflexiona sobre su estado físico o moral, se encuentra por lo general enfermo.
[99] Es una exigencia de la naturaleza que, de vez en cuando, el hombre se aletargue sin llegar a dormirse; de ahí su gusto por el tabaco, el aguardiente y los opiáceos.
[100] Al hombre activo le importa hacer lo que es justo; que luego se haga o no justicia, no es problema suyo.
[101] Más de uno golpetea la pared con el martillo creyendo dar cada vez en el clavo.
[102*]Las palabras francesas no surgieron de palabras latinas escritas, sino habladas.
[103] Lo fortuito-real donde no descubrimos una ley de la naturaleza o de la libertad en aquel momento es lo que llamamos lo vulgar.
[104] Pintarse o tatuarse el cuerpo es un retorno a la animalidad.
[105] Escribir la historia es una forma de quitarse de encima el pasado.
[106] Lo que no se entiende no se posee.
[107] No todo aquel a quien se le transmiten ideas sugerentes y fecundas resulta productivo; pueden sugerirle cosas perfectamente conocidas.
[108] El favor, como símbolo de la soberanía, practicado por hombres débiles.
[109] No existe nada vulgar que, expresado grotescamente, no adquiera visos humorísticos.
[110] A cada cual le queda siempre la fuerza necesaria para realizar aquello de lo que está convencido.
[111] No importa que la memoria flaquee, siempre que en ese momento no nos abandone el buen juicio.
[112*]Los llamados «poetas de la naturaleza» son talentos recientemente promocionados, productos residuales de una época artística cultivada en exceso, estancada y volcada al artificio. No pueden evitar lo trivial, por lo que se los puede considerar retrógrados; pero a la vez son regeneradores y estimulan a avanzar.
[113*]Ninguna nación podrá emitir un juicio si antes no es capaz de juzgarse a sí misma. Pero a esta posición tan ventajosa suele llegar muy tarde.
[114] En vez de contradecir mis palabras, deberían actuar según mis criterios.
[115*]La naturaleza enmudece en la cámara de torturas; su respuesta sincera a cualquier pregunta honesta es: ¡Sí, sí! ¡No, no! Todo el resto de mal principio proviene.
[116] Molesta a los hombres que la verdad sea tan simple; pero deberían pensar que ya les cuesta un gran esfuerzo aplicarla a sus objetivos prácticos.
[117] Aborrezco a quienes se hacen con el error un mundo propio y, pese a ello, no paran de exigir que el hombre sea útil.
[118] Una escuela debe considerarse como un solo hombre que llevara cien años hablando consigo mismo y se complaciera extraordinariamente en su propio ser, por muy necio que éste sea.
[119] Una teoría falsa no se puede refutar, pues reposa en la convicción de que lo falso es verdadero. Pero sí es lícito y se puede y debe repetir continuamente lo contrario.
[120] Píntense dos palillos, uno de rojo y otro de azul, sumérjaselos juntos en un poco de agua y tanto uno como el otro parecerán rotos. Cualquiera puede observar este sencillo experimento con los ojos del cuerpo, pero quien lo contemple con los del espíritu quedará libre de cientos de miles de párrafos equivocados.
[121] Todos los adversarios de una causa genial no hacen más que aporrear ascuas; éstas saltan a un lado y otro, y el fuego prende allí donde normalmente no lo hubiera hecho.
[122] El hombre no sería el ser más noble de la Tierra si no fuera demasiado noble para ella.
[123*]Las cosas descubiertas hace tiempo se vuelven a enterrar. ¡Cuántos esfuerzos le costó a Tycho Brahe demostrar que los cometas eran cuerpos celestes regulares, algo que Séneca ya había descubierto siglos antes!
[124*]¡Cuánto tiempo se ha discutido y polemizado sobre los antípodas!
[125*]A ciertos ingenios es preciso dejarles sus peculiaridades.
[126] Es posible hallar hoy en día creaciones literarias que, aunque nada valen, no llegan a ser malas; nada valen porque no tienen contenido alguno, y no son malas porque sus autores tienen in mente cierta forma general común a los buenos modelos.
[127] La nieve es una pureza mendaz.
[128*]Quien le teme a la idea acaba por perder también el concepto.
[129] Con justicia llamamos maestros a aquellos de los que siempre aprendemos. No todo el que nos enseña algo merece ese título.
[130] Toda lírica deberá ser, en su conjunto, muy racional, y un poquito irracional por separado.
[131] Con vosotros ocurre lo que con el mar, al que se le dan distintos nombres cuando todo él es, en definitiva, agua salada.
[132] Se dice: «La vanagloria apesta». Puede que así sea, pero el público no tiene olfato para apreciar a qué huele la crítica injusta en boca ajena.
[133] La novela es una epopeya subjetiva en la que el autor se toma la libertad de tratar el mundo a su manera. Cabe preguntarse tan sólo si tiene de verdad alguna manera, pues lo demás ya vendrá por añadidura.
[134] Hay naturalezas problemáticas que nunca están a la altura de las situaciones en que se encuentran, ni se dan por satisfechas con ninguna. De allí surge ese terrible conflicto que consume la vida sin permitir goce alguno.
[135*]Lo verdaderamente bueno que hacemos se realiza en gran parte clam, vi et precario.
[136*]Un compañero de viaje divertido es un coche de posta que avanza a buen ritmo.
[137] La inmundicia relumbra cuando al Sol le place brillar.
[138] Piensa el molinero que el trigo sólo crece para que su molino funcione.
[139] Es difícil ser justo con el momento: si es indiferente nos aburre, al bueno tenemos que cargarlo, y al malo, arrastrarlo.
[140*]El hombre más feliz es aquel que puede enlazar el final de su vida con el principio.
[141] Es el hombre un ser tan tenazmente contradictorio que no acepta imposición alguna en su provecho, y sí sufre cualquier coacción en su perjuicio.
[142] La previsión es simple la visión, retrospectiva, múltiple.
[143] Una situación que acarree a diario nuevas contrariedades no es la justa.
[144] Nada más común en quien comete imprudencias que echarse a buscar la posibilidad de una escapatoria.
[145] Los hindúes del desierto hacen voto de no comer pescado.
[146] Una verdad insuficiente resulta eficaz por una temporada, pero luego, en vez de una elucidación completa, se presenta de pronto algún error deslumbrante. Éste le basta al mundo, y el engaño se mantiene así durante siglos.
[147] En las ciencias resulta altamente meritorio detectar y desarrollar las verdades insuficientes que ya poseían los antiguos.
[148] Con las opiniones que uno arriesga ocurre lo que con las piezas que hace avanzar por el tablero de ajedrez: podrán ser abatidas, pero ya han dado inicio a un juego destinado a ganar.
[149] Es algo tan cierto como extraño que la verdad y el error surgen de una misma fuente; de ahí que muchas veces no se deba vulnerar al error, pues al mismo tiempo podría vulnerarse a la verdad.
[150*]La verdad pertenece al hombre, el error, a la época. Por eso se decía de un hombre extraordinario: «Le malheur des temps a causé son erreur, mais la force de son âme l’en a fait sortir avec gloire».
[151] Cada cual tiene sus peculiaridades y no puede desprenderse de ellas; sin embargo, más de uno acaba siendo víctima de dichas peculiaridades, a menudo de las más inocentes.
[152] Quien no se cree demasiado importante vale mucho más de lo que cree.
[153] En el arte y la ciencia, así como en el hacer y el obrar, todo depende de que se aprehendan claramente los objetos y se los trate de acuerdo a su naturaleza.
[154] El que algunas personas sensatas e inteligentes menosprecien en su vejez las ciencias se debe únicamente a que han exigido demasiado de ellas y de sí mismas.
[155] Compadezco a esos hombres que conceden tanta importancia a la fugacidad de las cosas y se pierden en elucubraciones sobre la vanidad de lo terreno. Y es que precisamente estamos aquí para hacer imperecedero lo fugaz, lo cual sólo puede lograrse si se sabe apreciar debidamente ambas cosas.
[156*]Nada pueden demostrar un fenómeno o un experimento aislados, pues son los eslabones de una gran cadena que sólo adquiere validez en su conjunto. Quien ocultara una sarta de perlas para no mostrar sino la más hermosa, y nos pidiera creerle que las restantes son todas igual de bellas, difícilmente encontraría a alguien dispuesto a seguirle el juego.
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